domingo, 28 de agosto de 2011

MI CADÁVER DE AMOR AMORTAJADO


Un poema de Paqui Castillo Martín


Florece el mirto en el jardín chino.

¿Puede haber en el mundo mayor belleza?

Y el suspiro pálido, estremecido

de la geisha entornando sus párpados de nácar.

Pulula Aracne su red ambarina

transformista de circo y quimera,

redonda espiga de bambú, amarillo loto

aprisionado en la cárcel de sus lindos labios.

Lirios y amapolas, rosales encendidos,

volátil flor de la cereza,

ríos de agua primigenia germinando doradas carpas

en el lecho inmaculado del principio de los tiempos.

La lluvia suave como ortografía de calígrafo

contempla fenecer atardeceres sobre el diván postrada

la divina geisha su laúd templando.

Y canta la bella, su rostro es mimbre,

su piel porcelana, sus ojos almendra:

“Avisaré a mi amante, del Xinjiang llegado

sangre mongol abrazará mis abrazos, besará mis besos.

Y al alba, la alondra con su canto enarbolando

bandera de pasiones sobre blanco lienzo derrotados

mis pechos arrastrados en su loco camino

desde mi boca a su lengua, desde mi lengua a su carne

y de su carne a mi corazón reposando en sus manos.

Aún caliente latido de roca en mi seno

la faca presurosa en el costado de los celos asesinos.

Mañana vendrá; mi laúd sonoro callará sus lágrimas,

mi cadáver de amor amortajado

viajará diminuto por la calle

del jardín donde habito

sólo por hoy, hasta mañana.

Nieve en mi tumba, escarcha en mi rostro

alabastro en mis cejas y en mi breve pie descalzo mármol”.

Así cantaba la geisha en aquel rincón del Oriente

pulsando su instrumento, la cuerda lloraba.

Tras de la puerta, la faca mordedora, los ojos alevosos

la mujer de perfil sobre el suelo, escarlata es ahora

su frágil lecho moribundo.

Florece el mirto en el jardín chino.

Oh, sí, nunca hubo en el mundo mayor belleza.



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