domingo, 6 de enero de 2013

LA ROSA AZUL (NOVELA JUVENIL POR ENTREGAS)


CAPÍTULO UNDÉCIMO

EL HILO DE LA VIDA

En las profundidades del huerto de los pastores se oyó como un clamor.
Desde las raíces de los jazmines hasta los pétalos de las rosas, desde los cimientos de la roca en la torre hasta las lejanas montañas, todo tembló.
Esidor el Navegante, hijo de Esidor el Labrador, había dejado Fantasía para penetrar en Realidad.
La luz cegadora hirió su rostro mientras viajaba a tierras ignotas. Parecía marchar en un vórtice de tiempo, volando sin peso, como una pluma, como un trocito de algodón, como una hoja o como un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Mientras se perdía en el oscuro túnel de entrada, miles de imágenes adquirían consistencia, para luego impactar contra su pecho, contra sus pies. Eran corpúsculos de luz que le acompañaban como antorchas, guiándole entre tinieblas. ¡Los sueños de los niños que habían dejado de creer en la Fantasía! 
Un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Phil, el gnomo...
Allí estaba, con su extraño gorro metálico, sonriendo como un bebé recién nacido. Y en sus manos llevaba el Hilo de la Vida.
-¡Phil!-exclamó Esidor. ¿Qué haces aquí, querido amigo? ¡Pensé que habías muerto!
- Yo también.- dijo el gnomo-Yo también. La profecía terminaba donde comienza la realidad. Ahora todo tiene sentido.
Y, poniendo en el hombro de Esidor toda la fuerza de su brazo, le empujó suavemente hacia la salida.
El bramido de la tierra se hizo más y más fuerte. Una voz se alzó en el mismo centro de la línea divisoria de ambos mundos, quebrando la oscuridad con su claro resplandor. Amanecía.
-Phil es el Hilo. Allí siempre estuvo, uniendo nuestros caminos divergentes en la correcta dirección. El camino hacia la Rosa Azul. El camino del corazón.
-¡Baltimor!- gritó Esidor.
Otro rugido hizo que la montaña comenzara a tambalearse. Una nueva voz se alzó en el tumulto.
-Amor que de amor mueres, por amor das tu vida y en amor, Rosa Azul, ardes, de amor herida.
-¡Oberón!- clamó Esidor.
Comenzaban a caer del cielo aerolitos grandes como puños de gigante. Una voz cristalina se elevó por encima de las otras.
-Hija predilecta, nínfula de hada. Esposa del aire, Rosa Azul, enamorada.
-¡Titania!- sollozó Esidor.
El Navegante, acompañado a cierta distancia por Phil, que le seguía todo lo rápido que le dejaban sus cortas piernas, quedó asombrado ante lo que vieron sus ojos.
Un paisaje desolado.
Sólo quedaba en pie, como un enorme pajarraco negro, la torre.

Un joven de cabellos plateados lloraba inclinado ante una muchacha tan bella como la aurora.
Erin y Miranda.


Créditos fotográficos: antoniograciaoniria.blogspot.com

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