CAPÍTULO UNDÉCIMO
EL HILO DE LA VIDA
En las profundidades del huerto de los
pastores se oyó como un clamor.
Desde las raíces de los jazmines hasta
los pétalos de las rosas, desde los cimientos de la roca en la torre hasta las
lejanas montañas, todo tembló.
Esidor el Navegante, hijo de Esidor el
Labrador, había dejado Fantasía para penetrar en Realidad.
La luz cegadora hirió su rostro
mientras viajaba a tierras ignotas. Parecía marchar en un vórtice de tiempo,
volando sin peso, como una pluma, como un trocito de algodón, como una hoja o
como un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Mientras se perdía en el oscuro túnel
de entrada, miles de imágenes adquirían consistencia, para luego impactar
contra su pecho, contra sus pies. Eran corpúsculos de luz que le acompañaban
como antorchas, guiándole entre tinieblas. ¡Los sueños de los niños que habían
dejado de creer en la Fantasía!
Un hilo...
Un hilo...
Un hilo...
Phil, el gnomo...
Allí estaba, con su extraño gorro
metálico, sonriendo como un bebé recién nacido. Y en sus manos llevaba el Hilo
de la Vida.
-¡Phil!-exclamó Esidor. ¿Qué haces
aquí, querido amigo? ¡Pensé que habías muerto!
- Yo también.- dijo el gnomo-Yo
también. La profecía terminaba donde comienza la realidad. Ahora todo tiene
sentido.
Y, poniendo en el hombro de Esidor toda
la fuerza de su brazo, le empujó suavemente hacia la salida.
El bramido de la tierra se hizo más y
más fuerte. Una voz se alzó en el mismo centro de la línea divisoria de ambos
mundos, quebrando la oscuridad con su claro resplandor. Amanecía.
-Phil es el Hilo. Allí siempre estuvo,
uniendo nuestros caminos divergentes en la correcta dirección. El camino hacia
la Rosa Azul. El camino del corazón.
-¡Baltimor!- gritó Esidor.
Otro rugido hizo que la montaña
comenzara a tambalearse. Una nueva voz se alzó en el tumulto.
-Amor que de amor mueres, por amor das
tu vida y en amor, Rosa Azul, ardes, de amor herida.
-¡Oberón!- clamó Esidor.
Comenzaban a caer del cielo aerolitos
grandes como puños de gigante. Una voz cristalina se elevó por encima de las
otras.
-Hija predilecta, nínfula de hada. Esposa
del aire, Rosa Azul, enamorada.
-¡Titania!- sollozó Esidor.
El Navegante, acompañado a cierta
distancia por Phil, que le seguía todo lo rápido que le dejaban sus cortas
piernas, quedó asombrado ante lo que vieron sus ojos.
Un paisaje desolado.
Sólo quedaba en pie, como un enorme
pajarraco negro, la torre.
Un joven de cabellos plateados lloraba
inclinado ante una muchacha tan bella como la aurora.
Erin y Miranda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.