domingo, 26 de enero de 2014

Castillos en Marte (novela por entregas)

Paréntesis

Paréntesis.
Nada...
tiempo, frío, sueño, 
hambre, lluvia.
Piedra, escarpe, talento
de plata,
ovación cerrada,
nada...
Y vuelta al ser,
castillo blanco, junto al río,
el recuerdo doloroso de Papá,
de Papá doloroso recuerdo, 
ya nunca más borroso,
porque le amé y mi mano no
procuró su muerte presentida,
ni mi mente empujó la cuchillada.
Y, sin embargo, tres mil seiscientos días
de encierro en la lóbrega mazmorra.
Un paréntesis, nada...

Desde cero. He llorado mi ayer ya con creces, como si fuese una planta inerte y no sólo por su frágil belleza. Rota la raíz, se evaporan fácilmente los pesos de hierro en el alma, se abren las puertas del paraíso prometido. Benvenutti.

Un cuerpo en una mente, una mente en un cuerpo, tanto da, el orden de los factores no altera el producto, y dos ventanales desquiciados sobre un campo de rosas. Es lo primero que han visto mis ojos al retornar al castillo. Como siempre, Mamá me ha acompañado, seria como un monje budista, y sin pronunciar una sola palabra, me ha colocado en el regazo una muda limpia de lienzo para la cama. Últimamente no quiere habar sobre Papá, y yo se lo agradezco, porque no me apetece demasiado quedarme tras la verja, esperando a que alguna de mis fantasías me saque de la torre encriptada y guarecida por gárgolas de piedra y dragones de fuego. 

Tengo que aceptar que no soy una princesa, que mi reinado acabó con Úrsula, o que Úrsula acabó con mi reinado, tanto da; el orden de los factores no altera el producto, pero sí a mí desde que me diagnosticaron una suerte de enfermedad del alma que algunos llaman trastorno bipolar. Se me dan tan mal las matemáticas como el dibujo técnico, pierdo la memoria y a ratos vuelve tan precisa como impertinente, me enamoro cien veces en un día o soy incapaz de mantener intactos mis afectos. Pero desde que sé que no mataré lo que amo siento un ansia loca de tomar la sábana de Mamá para extenderla cual larga es ancha, y de tomar la pintura con pinceles y dedos, o con dedos y pinceles, tanto da, el orden de los factores no altera el producto , y proyectar ese amor al mundo. Con su cinematógrafo de linternas y mariposas.

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