sábado, 22 de marzo de 2014

Castillos en Marte (novela por entregas)

Alas de dragón 

Salimos de la choza del brujo en el más absoluto silencio. Ya anochece. Miro a mi dragón y me doy cuenta de que llevo demasiado tiempo sola, de que tengo una gran, enorme necesidad de amor, y de que mi creciente Yuok comienza a colmarlo. Le regalo una caricia, y él retrocede un poco, como buscando impulso. 
-Estamos listos para el gran viaje, Julia Martina. Estoy saciado y ya puedes montar en mí.
-¿Montar en ti? ¿Cómo?
-Sube, y lo verás.
Obedezco. Unas alas descomunales se despliegan y me abrazan, rodeándome y dándome calor. Pequeñas ramificaciones venosas dibujan en ellas un fino trazado irregular, como un mapa de corazones latiendo al unísono. El universo entero está ahora a buen recaudo en mi pecho. Papá está tan lejos...
Por fin tengo un compañero de viaje. Un compañero callado, noble, indispensable. Alguien que me entiende sin palabras, aunque puede comunicarse conmigo en el lenguaje de los hombres. Alguien tan distinto a mi, y a la vez tan similar. Yuok. Mi primer, único amigo tras la guerra que ha asolado Marte.
¿Por qué Papá destrozó nuestro mundo? Nunca sabré la respuesta, porque ha muerto. Solo sé que poco después de su accidente -papá caído por el suelo, sin guantelete ni armadura- se volvió extraño y hosco, como los ogros que habitan en el subsuelo marciano. Dejó de amar a mamá entre las flores y ya no hubo más reparto de caramelos al atardecer. Un día, cogió su maleta enguatada, metió todas sus camisas de franela y descolgó el escudo del portaestandarte. Dejó que el castillo quedara reducido a humo y cenizas, mientras mamá, Úrsula y yo nos quedamos en la calle y Carolo nos ofreció generoso su otra mitad del castillo y sus parterres cuajados de rosas. Nunca más volvió, pero pronto llegaron noticias suyas desde más allá de la montaña gris. Se habia rebelado contra el sistema de castillos y sus castellanos. Alguien dijo que le habían visto montado en su caballo, corriendo de un extremo de la llanura a otro, con el largo pelo suelto, como un loco, persiguiendo sueños rotos.
-Julia Martina, deja de pensar en lo inevitable.
-No tengo más remedio. Nada valgo si no es por mis recuerdos.
-Vales mucho más de lo que piensas.
-Poco es si me ata al pasado de esta manera.
-Julia Martina, eres una criatura preciosa.
-No lo creo. Soy fea y poco grácil. Y tengo los brazos muy largos. Y aún no sé quién soy.
-Lo descubrirás antes de lo que piensas.
Me abrazo al cuello del dragón con todas mis fuerzas.

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