Y cuando te alzas,
negra noche,
amaneces en otros mundos
y entonces mi terror es atroz.
La sirena se ha cansado,
son fuentes sus ojos;
no sabe que, varada,
morirá en la orilla,
olvidada.
Y entonces
mi terror es atroz
cuando desde la montaña
se alzan ecos divinos
y yo no los comprendo
porque soy pequeña,
individua y finita
y entonces mi terror es atroz
cuando lo prosaico desborda
galaxias y días
y yo quiero saberlo todo,
y sentirlo todo,
y entonces mi terror es atroz
porque no tengo un mal
mendrugo de pan
que llevarme a la boca
y mi alma está rota
y el mundo gira en torno mío
y aúlla.
El amor es mentira;
los hombres, pordioseros
reclamando halagos
y mercadeando dádivas.
Mi frágil silueta
aqui aprisionada entre cielo y tierra
caminando
a punto de obscurecerse
tiembla.
El tiempo llega y se marcha,
bombea con su parsimonia de corazón
antiguo
y no sabe de derrotas
porque sigue aquí
a pesar de sí mismo.
Y entonces mi terror es inmenso.
Creo que hay un dios a veces, sólo a veces,
como cuando la luz intermitente
de los semáforos
se refleja en las ventanas.
No tengo hambre ni sed.
Quizás estoy muerta.
Quizás nunca nací
y no hay ya quien me diga
indigna soledad del desahuciado:
vete, no existes, eres mal profecía,
pesadilla goyesca.
Y entonces,
mi terror atroz no es mío,
es tuyo, que me sueñas.
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