viernes, 23 de mayo de 2014

Sombras

Vacios y soledades inmensas,
una pradera infinita y yo,
que me elevo
con la noche.
Y tengo miedo,
y no sé dónde encaminar mis pasos.
La muerte se viene
tan callando
como en los versos aquellos
y las risas se han disuelto en sombras.
Aquí, y en la eternidad,
sensación de pequeñez y de zozobra,
cae el tiempo con su pendulo,
guadaña de muchos,
humildes y reyes.
No pasara de hoy,
Cruzaré un océano
y salvaré tu ausencia.
Cristales y crisantemos
en mi tumba,
pero de nada sirven las flores
ni los espejos transparentes
cuando nadie se acuerda de nosotros.
Y un terrible despertar,
y una nota desafinada
al dormir para siempre.
¿Qué hay del otro lado?
Cuando nos llamen
y hayamos de irnos,
un fuego, una explosión súbita, 
quizás un recuerdo efímero
de quienes fuimos y
luego de la luz, el polvo, 
la oscuridad, las sombras, la nada.
Sombras, pequeñas, curiosas,
acariciando mi cadáver como alas de cuervo. 
He de volar sobre ese cuerpo
donde antes hubo vida y ahora solo
curiosas, pequeñas sombras
horadando como gota de agua
en la roca del desierto. 
¿Beberá la desahuciada del triste yelo?
¿O quedará prendida de sus pequeña sombras?
A la muerte nombrará despacio, 
con crueldad de minuto,
en cada edad sus sombras,
la muerte que se viene, tan callando,
presta a robar a la vida sus instantes de dicha.

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